Madrid es una ciudad enorme que acoge a millones de personas, con sus idas y venidas, con todo lo que tiene ser una gran capital europea. El espíritu castizo que todavía pervive en muchos barrios de la capital contrasta con esa modernidad que encontramos en tiendas, restaurantes y hoteles, que parecen sacados de Nueva York o de Londres. Madrid se ha convertido en un lugar de sueños para muchos, pero también de pesadillas para otros tantos. Es el sitio donde encuentras trabajo, ya que hay mucho empleo en la capital… pero también poco lugar para vivir. De hecho, la gentrificación está ahondando en un problema que Madrid ya traía de antes, el de la falta de vivienda. Hoy por hoy, con los precios del alquiler por las nubes y con la demanda muy por encima de la oferta, encontrar un buen arrendamiento en Madrid es una verdadera odisea.
De ahí que no sea extraño comprobar cómo los datos de okupación siguen aumentando año tras año. Y no estamos hablando solo de “comunas” que deciden hacerse con un edificio para poder desarrollar allí sus actividades, sino también de familias que, ante la imposibilidad de poder encontrar un sitio para vivir, tiran de esta última alternativa. No es lo más deseable para ellos, pero no les queda otra viendo lo que hay en la ciudad. Como es habitual, los edificios okupados suelen provocar roces entre los vecinos del barrio, aunque en muchos casos incluso son los propios vecinos los que defienden a los allí instalados. Cuando son familias que no pueden pagar una renta, cuando han sido expulsados de todos los demás lugares, ¿dónde les queda vivir en dignidad? El problema de la vivienda, común en toda España, se hace mucho más patente en la capital madrileña, por haber llegado ya a un extremo preocupante. Valga el caso del edificio de la calle Delicias, en el muy castizo barrio de Legazpi, para entender parte del problema. Allí, en un edificio enorme con muchos pisos, se ha instalado un burdel clandestino desde hace años, que parece seguir en funcionamiento a pesar de los intentos del propietario del edificio por sacar a las prostitutas y recuperar el control de su inmueble.
Una noticia muy destacada
El macroburdel de Delicias, como ya se le conoce, lleva mucho tiempo sirviendo a cientos, tal vez miles de clientes, en este barrio madrileño. Un edificio totalmente ocupado por prostitutas, que saltaron a la actualidad después de que fuera desalojado por primera vez en 2019. Sin embargo, tras la pandemia el burdel volvió a la actividad, y en 2023 persisten los servicios en este lugar que cuenta con siete pisos, todos ellos arrendados a trabajadoras sexuales. El caso salió a la luz porque el propietario denunció al arrendatario, al no pagar los alquileres previstos. Esto provocó que todos conocieran los verdaderos usos que se le daba a este edificio de la calle Delicias, algo que ya era vox populi en el barrio. Los clientes entraban y salían a todas horas del edificio, convertido en un macroburdel semiclandestino.
Un burdel en un edificio okupado
La historia se remonta a finales de la década de 2000. Madrid era una ciudad floreciente, con sueños olímpicos incluso. La economía crecía, aunque las sombras de una crisis mundial comenzaban a otearse en el horizonte. El edificio en cuestión, ubicado en la calle Delicias del barrio de Legazpi, era totalmente normal, al menos en apariencia. Sin embargo, en su interior comenzaba a fraguarse un macroburdel con decenas de chicas ofreciendo sus servicios, gracias a un acuerdo con el arrendatario del edificio. El propietario, sin embargo, no había estado enterado del asunto… o eso afirmaba. Pasó una década y los impagos comenzaron a hacerse comunes, por culpa de la crisis. Fue entonces cuando el propietario decidió actuar y desalojar el edificio, ya que técnicamente estaba siendo okupado.
La empresa Desokupa, dirigida por Daniel Esteve y muy popular en España en estos tiempos, logró desalojar el edificio en 2019. Sin embargo, el propietario fue engañado de nuevo, tiempo después, y el edificio retomó su actividad como burdel clandestino en 2021, tras la pandemia. Todo parecía normal hasta que volvieron los impagos, y la deuda llegó a ascender a más de 100.000 euros. Es entonces cuando el propietario vuelve a avisar a Desokupa para desalojar el edificio, y la empresa vuelve a la carga en marzo de 2023. Los resultados, sin embargo, no son tan positivos. A pesar de cambiar las cerraduras y de organizar piquetes para impedir el paso a los clientes, el burdel siguió con su actividad de forma normal. Desokupa desapareció tras no seguir siendo contratados, y a día de hoy, parece que el burdel sigue funcionando.
Un refugio para las prostitutas
Se dice que el burdel de Delicias funciona como un prostíbulo comunitario para las prostitutas que quieren ejercer su trabajo por su cuenta, sin rendirle cuentas a ningún proxeneta. Es una situación delicada, sin lugar a dudas, porque en Madrid hay miles de chicas que son explotadas sexualmente por hombres que se aprovechan de su trabajo. Aquí, según parece, las mujeres pueden llevar a cabo sus servicios con total libertad. Pagan, eso sí, un alquiler al arrendatario del inmueble, que es la persona en el epicentro de la polémica. Según han podido saber los medios de comunicación, el arrendador cobra 2.000 euros por piso, pero ha dejado de pagar así mismo la renta al propietario, por lo que todo lo que gana se lo queda.
Es habitual, especialmente después de la pandemia, que las prostitutas busquen pisos relativamente económicos para poder desarrollar allí sus actividades. En ocasiones, esos pisos son realquilados, como ocurre en este caso, donde el propietario no sabe lo que ocurre en el interior, o tal vez no le interesa saberlo… Mientras el dinero llegue, todo irá perfecto, pero en el momento en el que haya un impago, el propietario suele tirar de la manta. A pesar de que la prostitución es una actividad alegal en España, las fuerzas de seguridad poco pueden hacer para evitar este tipo de macroburdeles. De hecho, la Policía intervino ya en 2020 en un edificio cercano donde también trabajan decenas de prostitutas. En aquella ocasión, solo se pudo impedir el paso a los clientes por el confinamiento que vivíamos, pero no se pudo desalojar el edificio, también okupado.
La irrupción de Desokupa
La empresa Desokupa es otro de los puntos extraños dentro de este caso, puesto que han intervenido en dos ocasiones en el edificio, con distinta suerte. Muy populares en los últimos años por sus desalojos tremendamente mediáticos, la empresa de Dani Esteve también ha sido criticada por el uso de la violencia y por sus guiños a la extrema derecha. El problema de la okupación es para muchos muy real en España, y esta empresa ha sabido aprovechar su fama para llevar a cabo campañas que han aumentado su popularidad. En este caso, sin embargo, incluso el propio Esteve sospecha que todo haya sido un montaje para conseguir publicidad de forma sencilla, siendo ellos utilizados por el propio arrendatario.